jueves, 3 de mayo de 2012

BLUE VALENTINE

Director: Derek Cianfrance
Ryan Gosling
Michelle Williams
2010



“Ponme como marca sobre tu corazón,
como marca sobre tu brazo;
porque el amor es fuerte como la muerte,
los celos implacables como la tumba;
sus brasas, brasas ardientes, y un volcán en llamas.”
Cantares 8,6



Sombras de un amor herido

Tan contundente como esta cita del cantar de los cantares y tan contradictoria como la vida misma se me presenta Blue Valentine, con unos  personajes que mutan y se van transformando alrededor de la idea y la experiencia del amor. Ese monstruo que nos acompaña de principio a fin y que constantemente nos impele a cambiar, flexibilizar y sobretodo profundizar en el misterio de la vida y las relaciones entre hombres y mujeres.
Una pareja que se encuentra y se desencuentra mostrándonos incomoda, pero fielmente, el tránsito del amor al desamor, de la pasión del enamoramiento a la pasión del desdén.   El dolor de un amor herido por el peso de la vivencia humana, es decir, el tiempo, la costumbre, los celos, la decepción, la pérdida del afecto, la rabia, la inseguridad, la soledad, el poder, entre muchos otros males humanos e ineludibles en una relación de pareja.

Este realismo de sus personajes enmarca y sostiene una historia que cualquiera reconoce, recuerda o a la que se sensibiliza cuando la película va viajando entre pasado y presente e insinúa un futuro implacable, forjado a pulso de hastío y revelador de un conflicto.  Conflicto que desde una mirada psicológica, es interno.  El amor-odio de mujer, el amor-odio de hombre, por eso en la película se sostiene todo el tiempo una enorme carga emocional tanto en las escenas de mayor  intimidad amorosa como en aquellas de confrontación. Dos gritos, dos reclamos del amor que no se realizó más.

En Blue Valentine se destiñe el rojo de la pasión romántica y se va enfriando la atmosfera, pero el alma de sus personajes no cesa de develarse y conmocionarse con  aquellos asuntos que rebasan los ideales de pareja: los hijos, las decisiones, el trabajo y los sueños individuales.  Un movimiento pendular entre el anhelo del amor sentido y el amor perdido que triste y vagamente lo canta su banda sonora:
“tú y yo, tú y yo, si las estrellas no brillan y si la luna no vuelve a salir, y si no vuelvo a ver una puesta del sol, tu no me oirás llorar.  Esto testifico, por favor créeme, sabes que no mentiría, siempre que haya tú y yo”.

Les recomiendo este drama amoroso de fibras permanentemente tensas, con diálogos tortuosos, miradas descalificadoras, reclamos y culpas, sonrisas esperanzadoras y cansancio cotidiano; escena humana de la que no nos queremos salvar.

ÁNGELA RAMÍREZ