miércoles, 1 de junio de 2011

Rockanrroleando Me Ando

Amo el rock, o mejor dicho lo amé. Fue la música de la rebelión y el ritmo fresco de la juventud de mitad del siglo 20 que por un corto instante soñó que el mundo iba a cambiar al compás de su percusión y al son de una guitarra eléctrica desgarrada.

Nos sacó el cadencioso rock and roll de las acartonadas melodías del cine de Hollywood de los años 50, rechazando sus orquestas gigantescas, “clásicas” y acartonadas que con dificultad cumplían una sorda función de acompañamiento de unos cantantes sosos, vestidos como adultos para asistir a una primera comunión.

Revientan pues los años 60 con un furibundo ritmo de guitarras, bajo y batería que se acompaña, complementa y contrapuntea con unas voces naturales y afeminadas que servían para gritar inconformidades, amores y sueños de una manera burda pero inspirada y sobre todo sincera con el alma. Lo más importante de las bandas que surgían por todas partes (las mejores en Inglaterra) era que las conformaban muchachos que componían su propia música y se atrevían a interpretarla ellos mismos, aunque no contaran con un gran arreglo musical ni fueran sumamente virtuosos con los instrumentos que tocaban. Eso sí, el ritmo era demoledor y la melodía era fresca, original y conmovedora.

Llegan los años 70 y surgen las grandes bandas del llamado rock sinfónico, conformadas por jóvenes con algún grado de formación musical, y le introducen unos arreglos personalísimos a sus composiciones con unos sonidos nuevos de sintetizadores, ruidos callejeros, máquinas registradoras rítmicas, guitarras eléctricas que modulan sílabas y todo tipo de experimentación sonora logrando piezas largas verdaderamente originales con arreglos vocales complejos y sonidos tan propios de cada banda que cada una tiene su particular e inconfundible sello.

Pero el éxito no fue fácil de asimilar. La industria discográfica empezó a hacer millones de dólares con el triunfo de estas bandas y paulatinamente, una tras otras empezaron a repetirse, a copiarse a sí mismas y a quedarse con la pose de vedettes, la vestimenta rara o cualquier actitud extravagante, desplazando por completo la hermosa rebeldía de sus comienzos.

Ya para los años 80 el formato está agotado, la música de discoteca se apodera de un vasto sector de los fans del viejo rock, las bandas dejan de componer y el compositor profesional de la casa disquera es quién acomoda “éxitos” radiales en estrellas glamorosas; toma mucho auge un nuevo formato, el video musical, que reemplaza la emoción auditiva por un estúpido mensaje visual copiado de las cuñas publicitarias.

Al amanecer del nuevo siglo, las personas que buscamos un nuevo sonido y que necesitamos estar renovando las tonadas de nuestro inconsciente, ya no contamos para nada con el rock como fuente de renovación. El comercio venció la inspiración y la moda reemplazó la originalidad. Surgen de tanto en tanto artistas con un sonido fresco en una que otra pieza pero son más casos aislados que auténtica búsqueda de arte y emoción.

“Rock is dead they say; long live rock”. (The Who 1970)

1 comentario:

  1. "Long live rock". Me alío con esta reflexión, creo que es triste como no solo el rock, sino múltiples formas del arte han sido reemplazadas por la moda, por el confort de no pensar, de no sentir ciertas notas por no soportar lo diferente. Ese aspecto de renovación de "las tonadas de nuestro inconsciente", es singularmente complejo, no solo enuncia la particularidad de un inconsciente sonoro, sino que además sugiere que la inspiración del rock and roll puede renovarlo. Ambos asuntos son interesantes y permiten iniciar algo que supere la inquietud por un género musical, para llevarlos hacia lo que puede pensarse desde el efecto de la música en la formación significante del inconsciente. Recordemos que uno de los primeros acercamientos a la palabra, es por medio de los cantos maternos, de allí que hablemos a partir de nuestra lengua materna.

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