lunes, 13 de junio de 2011

El Amor, quiero hablar de Amor, del Amor Imperfecto

Publicar, debo publicar, plasmar en este espacio un estilo que me defina y que me haga digna de La Tercera Biblia en la que mis compañeros, personajes un tanto extravagantes, ya se atrevieron, y que, al compás del Cerebro, La Música y Las Palabras que se tejen para desnudar el alma, esperan en los copos de los arboles con sus grandes alas abiertas como quien espera una presa para despellejarla, para posarse en ella, para cubrirla o alimentarla. Aquí les quedo.


“Si todo es imperfecto en este mundo imperfecto, el amor es lo más imperfecto de todo, precisamente por su perfecta imperfección”.
Jöns, El Escudero
. Personaje de "El Séptimo Sello", dirigida por Ingmar Bergman. 1957.

Confieso que me gustan los cuentos de hadas, no solo por sus tramas y personajes, también por que en ellos la magia ocupa un lugar privilegiado, Pero esta será objeto de otra entrega.

Fue hermoso crecer entre princesas y príncipes azules dispuestos a rescatarlas, para después llevarlas en su caballo sentadas de medio lado y listas para ocupar un lujoso castillo. Blanca Nieves, La Cenicienta y La Bella Durmiente, formaban parte de la fantasía infantil de las mujeres de mi época, mientras afuera, en el mundo de la realidad compartida, se iba fraguando el escenario para uno de los momentos más turbios de nuestra historia, que dejaría una huella profunda en el psiquismo femenino a la luz del arquetipo del Emperador.

Mientras las niñas, 30 años atrás, nos nutríamos de los cuentos de hadas, los vestidos de las princesas y los apuestos príncipes, los niños recibían la influencia de personajes oscuros, llenos del poder que se ejerce sobre los otros a partir del dinero y las armas, la imposición y los excesos. La mafia se apoderaba de las familias de todos los estratos en las que padre, hijo, primo o amigo, se encontraba inmerso en este ambiente hostil con la posibilidad de ganar mucho dinero y así convertirse en un Emperador. Todo esto en detrimento de los valores de una sociedad débil y llena de carencias.

Que desastre! Las mujeres no estábamos listas para combatir el nefasto poder de la ambición y la guerra, pues aún traíamos a cuestas los rezagos del silencio al que fuimos sometidas durante milenios, y que nos llevaba a vivir bajo el libreto escrito por los hombres como responsables del orden y sustento de la familia. En ellos, descansaba el rumbo de nuestras vidas, como mujeres, hijas, esposas y amantes, así como el camino que habría de tomar nuestra sociedad y los pequeños que en ella se gestaban.

Al llegar a la adolescencia, los excesos y la violencia de la época (1980 – 1995 aproximadamente), habían penetrado el espíritu femenino, asociando al caballero que rescata con el mafioso que impone, y a los corceles con grandes motos y estruendosos carros a los que les estremecían las llantas para exhibir su poder. Los hombres, igual que en los cuentos, estaban dispuestos a mostrar a la princesa un mundo mejor a su lado, pero no precisamente a rescatarlas, puesto que el más oscuro de los peligros yacía al lado del Emperador, el peligro de perder la identidad al lado de un hombre que no estaba dispuesto a reconocerla como mujer, como ser diferente, sino como un objeto más en un castillo del que jamás podría salir.

Nuestras abuelas veían con tristeza el destino de sus hijas que volvían a la casa paterna con los ojos llenos de lagrimas y uno que otro moretón en el cuerpo. Querían para sus hijas y nietas un compañero como el que ellas habían tenido, caballeroso, gentil y respetuoso, responsable de sus hijos, pero al que se le debía obediencia, sumisión y modesto espíritu. Pero, para ese entonces, ya a sus hijas las había salpicado la necesidad de ser por sí mismas, de elegir y asumir el rumbo de la propia existencia sin sumisión ni modestia. Ese oscuro momento en el que algún príncipe habría de rescatarlas, era parte del pasado del que solo quedaban los cuentos. Era el momento de emprender el propio camino y dejar a las hijas algo más que el anhelo de verlas salir de la iglesia con un largo vestido, acompañadas de un hombre maravilloso del que más adelante, y por mandato divino, no podrían liberarse.
Esta generación de mujeres, las hijas de la abuela, no fueron hijas de padres mafiosos, solo esposas o madres. Algunas de ellas se quedaron al lado de sus príncipes, teniendo que padecer las desgracias que llegan como consecuencia de una vida oscurecida por la ambición y el poder. Otras, la mayoría de ellas, al ser desechadas, quedar viudas o al buscar otra senda, se volvieron fuertes, educaron solas a sus hijos y trataron de mostrar, con su ejemplo, un mapa para sus hijas. Pero el Emperador y la Princesa se quedaron entre nosotros usurpando el lugar del Amor, el que se construye, ese que no aparece en los cuentos, que se teje a punto de besos entre largos silencios y que se erige confiado, atrevido y libre. El mismo que con el tiempo se hace sereno, calmo aunque apasionado y que permite a los amantes encontrarse en los ojos del otro, el Amor Imperfecto.

Nos encontramos entonces, las nietas de aquellas abuelas, en una amalgama de sabores y sinsabores: el Abuelo y esposo responsable con la mujer dividida, una digna para casarse, otra indigna para gozar; el Príncipe que con sus besos despierta a la vida las grandes pasiones; el Emperador que libera de la responsabilidad de construir una existencia propia; la Princesa que se rehúsa a estar presa en su castillo, y los Hombres de Carne y Hueso, esos que también padecen la carga de la historia en la que solo prevalecen los fuertes.

Y con tantos invitados, ¿dónde quedó el Amor?

Todos los días me encuentro en mi trabajo sentada frente a una mujer que dice sentirse sola. Entre todos los matices del alma femenina, el que cobra mayor importancia se llama “Alguien”, pues creen que ha llegado la hora de compartir su vida y ese "Alguien", aún no ha llegado. Otras ya encontraron un alguien, pero este no se encuentra a la altura, pues no comparte los mismos intereses o no tiene las mismas expectativas frente al Amor con las que ellas han crecido, ni el sujeto es el Principe con el que han pretendido multiplicarse. Con esto no pretendo afirmar que cualquier hombre que llega a la vida de una mujer sea el compañero, todo lo contrario, me doy cuenta como de una u otra forma se ha convertido al Amor en una obra terminada, en la que finalmente la Princesa encuentra su Príncipe y emprenden juntos la carrera del tiempo en el que los hijos ocupan un lugar privilegiado, pues a los 30 años ya se está, según los parámetros, en el momento justo para criar hijos y ser la “Señora de Alguien”. Y así, vivir felices y comer perdices por siempre...
De donde salieron la felicidad y las perdices? Acaso Príncipe y Amor vienen en el mismo paquete?

No me cabe la menor duda, en carne propia y a través de las muchas mujeres que conozco y con las que trabajo, de la importancia que tiene para nosotras el Amor. Es este el motor que nos da el fuego necesario para calentar las mareas de nuestra existencia, para ponerlas en movimiento y hacer de nuestra vida una obra digna de ser repetida, contada y recordada. Pero el Amor no viene como valor agregado de Príncipe, no nace por sí mismo aunque lo traigamos plantado como semilla en el alma.

La materia prima del Amor, ese que anhela el alma femenina, ha de ser la tarea de reconocerse y diferenciarse por entre los demás como mujer, humana, hembra de la naturaleza capaz de cavar sus propias cuevas, sembrar su propio alimento y cazar en el invierno. Cualquiera que sea la faena, los frutos de ese reconocimiento habrán de ser vistos al mirar atrás, y con ellos, el Amor por nuestra propia existencia. Esos frutos ya no son solo los hijos bien criados y alimentados por una madre, ni el lujoso trono prestado por un Emperador. Los frutos son el resultado de las decisiones que tomamos frente a la propia existencia y que habrán de llevarse a cabo aún sin la presencia de alguien que nos dirija el camino, o que nos acompañe, decisiones que permitan asumirse, determinarse como el único lugar propio en el mundo y que nos permitan caminar no detrás, ni por delante, sino al lado de un ser capaz de amar.

Así, quizás las mujeres tendremos Amor para dar, Amor del bueno, del que se hará más fuerte al encontrar un ser apasionado con su propia existencia con el que se estará dispuesta a construir y alimentar un Amor vástago del propio. Un Amor vulnerable a la muerte pero no sujeto a ella, vívido en el cuerpo de los seres que se aman y que están dispuestos a nutrirlo día a día, conscientes de que éste no podrá sobrevivir por si mismo.

El Amor eterno, que llega no se de donde para instalarse a pesar de los malos tratos, de las palabras que dañan, de las obligaciones y las instituciones, debe morir, y con él, el Príncipe que esta dispuesto a olvidar su propia búsqueda para vivir entre hadas y elfos en el bosque encantado. Las mujeres de hoy no somos princesas indefensas y es nuestra responsabilidad despertar del sueño de la manzana encantada, para convertirnos en mujeres de Carne y Hueso con el alma inderrotable y la fuerza necesaria para estar a solas mientras nos rescatamos de nuestra propia esclavitud. Así, cuando nuestro camino se cruce con el camino del otro, estaremos preparadas para lanzarnos al abismo en los brazos del Amor, y a soltar el paracaídas cuando este no sea más que otro cuento. Trepando por un risco y reanudando el camino por el valle entre el mundo conocido y aquel que esta por verse, conservaremos la calma para no agotar las semillas que traemos en la cesta, para no desfallecer en el intento. Al despojarnos de la idea del Amor perfecto, solo nos queda el camino de su perfecta imperfección, porque darle vida será nuestro propósito, y ese Amor aunque Imperfecto, será verdadero.

He aquí una parte de la historia que quedo incompleta en los cuentos de hadas y con la que nos hemos de familiarizar si es que queremos compartir una vida con un compañero, aunque éste sea menos príncipe y su corcel quede atascado de tanto en tanto en un tráfico insoportable que le hará refunfuñar y llegar malgeniado a casa.

"Aquí estas y te quedarás porque has querido. Aquí estoy, y me quedaré, porque te vi cuando llegaste". Thea

1 comentario: