De qué sirven las palabras de un hombre cuando, al hablar, quien
le oye ya no siente nada? Cuando él mismo no encuentra algo que sea digno de
nombrar?
Recuerdo que alguna vez me sentí feliz cuando el candidato de mi
preferencia ganó la alcaldía de la ciudad; hasta sentí el impulso de escribir
para felicitarle. Hoy sé que debí lamentarlo; debí saber que un hombre corre el
peligro de perder su alma cuando se hace al poder, cuando estar en el centro de
la opinión pública le obliga a pulir el discurso pero le lleva a olvidar su
palabra. Debí recordar que un hombre de conocimiento es capaz de perder un amor
para salvar un argumento.
“El honorable”, personaje público que escapa al quedarse sin
palabras, porque lo que sale de su boca ya no nace en su corazón; Enrico,
hombre atormentado que busca en su pasado una mirada cómplice que le traiga de
vuelta para reintegrarse en presente.
Giovanni, escritor tras la sombra del anonimato para no importunar
con la claridad que le ha llevado al aislamiento. Un hombre elocuente capaz de
usar las palabras que perturban la realidad y sacuden de la monótona mediocridad. Palabras que nos recuerdan qué "la única alianza posible es con nuestra propia conciencia" y qué,
quizás, lo que hace falta es imprimirle a la verdad pasión, mucho amor y un poco de locura.
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